viernes, 1 de mayo de 2015

LA VIDA

LA VIDA:
UNA PELÍCULA, UNA ESCUELA, UN PEREGRINAJE
D.P. Sabnis
La mayoría de la gente concluye precipitadamente; que la vida no tiene ningún sentido, porque nunca se han preocupado por conocer su verdadero propósito. Según ellos, la muerte es el final de la vida y ya está.
Nosotros nos ponemos objetivos a corto plazo. Mientras tengamos un objetivo, pensamos que nuestra vida tiene un sentido. Pero casi todos nuestros objetivos son transitorios. Conseguimos un objetivo; y en seguida, corremos a buscar otro. Debemos darnos cuenta de que la “búsqueda” por el “sentido de la vida” es una “búsqueda espiritual” y cada persona es quien tiene que emprenderla. La vida de cada uno estará llena de significado; siempre que cambiemos nuestra actitud, respecto a lo que la vida nos aporta. La vida de un profesor o de un estudiante, de un médico o de un ingeniero, de un hombre de negocios o de un barrendero; podría estar llena de significado a condición, de que cada uno viva su vida con el objetivo de la actualización del Yo y de la trascendencia del yo o SER.
De aquí la importancia de comprender la vida como si fuera; de hecho, una película, una escuela y un peregrinaje. Y de entender al humano como actor, como alumno y como peregrino. Pero ¿qué “humano”? La individualidad, el Ego, es el actor, el experimentador y el peregrino eterno. Ese “Ego” o actor escoge el mundo como escenario, como pantalla o plataforma para rodar la película de su vida, antes de nacer.
Escoge las circunstancias, su papel, su familia, sus padres, sus compañeros, su personalidad, etc. La palabra “personalidad” viene de la palabra latina persona, que significa la máscara que llevaban los actores. Detrás de esa máscara, el actor quedaba oculto y anónimo. Estos distintos papeles representados por el actor, son nuestras personalidades. Estamos tan absortos representando nuestro papel, que raramente somos conscientes de nuestro verdadero Yo.
En una vida determinada, podríamos representar el papel de madre o de padre, de hermano, de hija, de secretaria, de administrador, de hombre de negocios o de barrendero. Debemos intentar ofrecer nuestra mejor función, por más insignificante que sea el papel. A veces; en una película, vemos que la actuación del papel secundario es más apreciada que la del héroe o la heroína, aunque sea un papel aparentemente insignificante respecto a su preeminencia. En cierto sentido, no existen los papeles insignificantes. Es nuestra actitud, lo que importa. El éxito de una película depende de la buena representación de cada actor. Y nosotros también dependemos de los demás actores, en nuestra propia vida. Hace tiempo intentaron averiguar por qué se había perdido una batalla y empezaron a preguntar. Descubrieron que la batalla se había perdido porque los soldados, se desanimaron cuando un caballo resbaló y mató al General del ejército. Pero ¿por qué había resbalado el caballo? Pues porque el herraje se había desprendido, ya que el herrero no lo había clavado bien. Por esto según el proverbio, “la batalla se perdió porque faltaba un clavo”. Vemos; pues, lo importante que es cumplir con esmero nuestro deber en la vida.
La vida es también una escuela. Hay algunas experiencias simbólicas, como la maternidad, la pobreza, etc. que cada Ego tiene que tener en una vida o en otra. Tal vez lo más importante que podamos aprender de la escuela de la vida, sea la aptitud de dar más que de tomar, de dar sin esperar nada a cambio, el arte de la buena voluntad: Una sonrisa, una palabra amable, un gesto amigable pueden conseguir maravillas.
En la escuela de la vida se nos va colocando; una y otra vez, en situaciones penosas o desfavorables, hasta que conseguimos aprender la lección necesaria.
Aprender es un proceso que no se termina nunca. En la escuela de la vida hay todo tipo de estudiantes. Algunos fracasan y abandonan, mientras que otros fracasan pero siguen intentándolo. Se puede aprender la lección en 700 encarnaciones, en 70 años, 7 meses, 7 minutos o en 7 segundos. Desgraciadamente, son pocos los que aprovechan esta ocasión de oro. Para la mayoría de nosotros, el proceso del aprendizaje en la escuela de la vida es muy lento. Incluso, los teósofos vivimos con la impresión errónea de que una vida no es suficiente para aprender esta lección; y nosotros mismos, prolongamos el proceso de nuestra liberación. Si no es ahora, entonces ¿cuándo? Si la duración media de la vida de una persona es de 60 años, 58 de ellos los pasa en actividades como trabajar, estudiar, dormir, comer, hacer encargos, distraerse, etc. Le quedan apenas dos años para su progreso moral y espiritual. Pero incluso, ese tiempo se consume en actividades triviales. El humano no ha nacido solamente para comer, beber, crecer y morir; sino también para elevarse espiritualmente y mejorar, su porvenir.
“Ahora o nunca” debería ser nuestro lema en la vida.
La vida se compara con un peregrinaje y al humano se le llama el peregrino eterno, que va acumulando experiencias en cada encarnación. Cada uno de nosotros es un Alma peregrina, en un peregrinaje eterno. Desde que nos hacemos conscientes del propósito de la vida, de esta vida que es para la Evolución y la Emancipación del Alma, empezamos a tomar las riendas de esta Evolución. No estamos solos en este peregrinaje.
Debemos alcanzar el “Destino” en compañía de otras Almas peregrinas y sin aislarnos.
La interdependencia es un aspecto importante del progreso espiritual. Nadie puede sacarnos del lodo; pero el esfuerzo personal, bajo la guía de los Seres espirituales, nos será, indudablemente, de gran ayuda.
Mantén la vista fija en el camino que sube hacia la cima, pero no te olvides de mirar los pies. El último paso depende del primero. No creas haber llegado porque veas la cima. Vigila tus pies, asegura tu paso siguiente, pero eso no debe distraerte del objetivo más alto. El primer paso depende del último.

Le Mont Analogue.
(Le Lotus Bleu. Abril, 2014.)
Información extraída de la revista Sophia Julio-Agosto 2014 (Sociedad Teosófica Española)
JIDDU KRISHNAMURTI

La meditación


Madrás, India, 29 de enero de l964

Me gustaría, si puedo, hablar acerca de la meditación. Quisiera hablar de ella porque siento que es lo más importante que hay en la vida.

Para comprender la meditación, para investigarla bien a fondo, ante todo debemos comprender la palabra y el hecho "meditación", porque casi todos nosotros somos esclavos de las palabras. La palabra misma "meditación" induce en muchas personas cierto estado, cierta sensibilidad, cierta quietud, un deseo de lograr esto o aquello. Pero la palabra no es la cosa. La palabra, el símbolo, el nombre, si no se comprende totalmente, es algo terrible. Actúa como una barrera, convierte a la mente en una esclava. Y lo que nos hace actuar a la mayoría de nosotros, es la reacción a la palabra, al símbolo, porque no nos percatamos o somos inconscientes del hecho mismo. Llegamos al hecho, a "lo que es", con nuestras opiniones y evaluaciones, con nuestros juicios y recuerdos. Y nunca vemos el hecho, "lo que es". Creo que esto debe ser claramente comprendido.
Para comprender cada experiencia, cada estado de la mente, "lo que es", el hecho real, uno no debe ser esclavo de las palabras; y ésa es una de las cosas más difíciles. La palabra, al nombrar el hecho, despierta diversos recuerdos; y estos recuerdos hacen impacto sobre el hecho, lo controlan, lo moldean, ofrecen una guía al hecho, a "lo que es". Por lo tanto, uno debe estar extraordinariamente atento a esta confusión y no generar un conflicto entre la palabra y lo factual, "lo que es". Y ésa es tarea muy ardua para una mente; exige precisión, claridad. Sin claridad, uno no puede ver las cosas como son. Hay una belleza extraordinaria en ver las cosas tal como son, no desde nuestras opiniones, nuestros juicios y recuerdos. Uno tiene que ver el árbol tal como es, sin confusión ninguna; de igual manera, tiene que ver el cielo que en un atardecer se refleja sobre el agua; simplemente ver, sin verbalizar, sin despertar símbolos, ideas, recuerdos.
En eso hay una belleza extraordinaria. Y la belleza es esencial. La belleza es la apreciación, la sensibilidad a las cosas que a uno lo rodean: la naturaleza, la gente, las ideas. Si no hay sensibilidad, no habrá claridad; las dos cosas van juntas, son sinónimos. Esta claridad es esencial si queremos comprender qué es la meditación. Una mente confusa, atrapada en las ideas, en las experiencias, en todos los impulsos del deseo, sólo engendra conflicto. Y una mente que de veras quiera hallarse en un estado de meditación, tiene que estar atenta no sólo a la palabra, sino también a la respuesta instintiva de nombrar la experiencia o el estado. Y el hecho mismo de nombrar ese estado o esa experiencia -cualquiera que sea, por cruel, verdadera o falsa que pueda ser-, sólo fortalece el recuerdo de esa experiencia, con el cual pasamos a una nueva experiencia. Por favor, si se me permite señalarlo, es muy importante que comprendan de qué estamos hablando, porque si no comprenden esto no podrán emprender con quien les habla un viaje por todo este asunto de la meditación. Como dijimos, la meditación es una de las cosas más importantes en la vida, tal vez la más importante.
Si no hay meditación, no es posible ir más allá de los límites del pensamiento, de la mente y el cerebro. Y para investigar este problema de la meditación, desde el principio mismo tenemos que echar los cimientos de la virtud. No me refiero a la virtud impuesta por la sociedad, una moralidad originada en el temor, la codicia, la envidia, en ciertos premios y castigos. Hablo de la virtud que se genera de modo natural, fácil y espontáneo, sin conflicto ni resistencia de ninguna clase, cuando hay conocimiento propio. Sin conocimiento propio, hagan lo que hicieren, no es posible el estado de meditación. Por "conocimiento propio" entiendo conocer cada pensamiento, cada estado de ánimo, cada sentimiento, conocer la actividad de nuestra mente; no hablo de conocer el "yo supremo", el "gran yo"; no hay tal cosa, el "yo superior", el Atman, sigue estando dentro del campo del pensamiento.
El pensamiento es el resultado de nuestro condicionamiento, es la respuesta de nuestra memoria, ya sea ancestral o inmediata. Y tratar meramente de meditar sin establecer primero, profunda e irrevocablemente, esa virtud que surge a la existencia con el conocimiento propio, es totalmente engañoso y absolutamente inútil. Por favor, es muy importante que esto sea comprendido por aquéllos que son serios, porque si no pueden hacerlo, la meditación que practiquen y la vida factual estarán divorciadas, separadas; tan ampliamente separadas que, aunque puedan meditar adoptando posturas indefinidamente por el resto de sus vidas, no verán más allá de sus narices.
Cualquier postura que adopten, cualquier cosa que hagan, no tendrá ningún sentido. Por lo tanto, la mente que quiera investigar -uso deliberadamente la palabra investigar- qué es la meditación, tiene que echar estos cimientos de la virtud que surge natural y espontáneamente, con facilidad y sin esfuerzo alguno, cuando hay conocimiento propio. Y también es importante comprender qué es este conocimiento propio: simplemente estar alerta, sin opción alguna, al "yo", el cual tiene su origen en un manojo de recuerdos -en seguida examinaré lo que entiendo por percepción alerta-, sólo estar conscientes de él sin ninguna interpretación, observar nada más el movimiento de la mente. Pero esa observación se ve impedida cuando uno meramente acumula, a través de la observación, el conocimiento de lo que debe hacer y no debe hacer, de lo que debe y no debe realizar; si lo hace así, pone fin al proceso vital de ese movimiento de la mente que es el yo. O sea, tengo que observar y ver el hecho, lo real, "lo que es". Si lo abordo con una idea, con una opinión -tal como "debo" o "no debo", que son respuestas de la memoria-, entonces el movimiento de "lo que es" se ve obstaculizado, bloqueado; por lo tanto, no hay un aprender. Para observar el movimiento de la brisa en el árbol, uno no puede hacer nada al respecto.
La brisa se mueve con violencia o con gracia o con belleza. Uno, el observador, no puede controlarla. No puede formularla, no puede decir: "La conservaré en mi mente". Está ahí. Puede que uno la recuerde, pero si recuerda esa brisa en el árbol la próxima vez que lo mire, no estará mirando el movimiento natural de la brisa en el árbol, sino sólo rememorando el movimiento del pasado. Por lo tanto, no estará aprendiendo; sólo estará añadiendo a lo que ya conoce. Por eso, en cierto nivel, el conocimiento se vuelve un obstáculo para un nivel ulterior. Espero que esto haya quedado muy claro. Porque lo que vamos a examinar en seguida exige una mente clara, capaz de mirar, de ver y escuchar, sin que haya ningún proceso de reconocimiento. Por consiguiente, ante todo uno debe estar muy claro, no confuso. La claridad es esencial. Entiendo por claridad ver las cosas como son, ver "lo que es", sin opinión ninguna, ver el movimiento de la propia mente, observarlo con diligencia, con atención y minuciosidad, sin ningún propósito, sin directiva alguna.
El simple observar requiere una claridad asombrosa; de lo contrario, no es posible observar. Si uno observa a una hormiga en sus movimientos, realizando todas las actividades que realiza, y aborda la observación con los distintos hechos biológicos que conoce acerca de la hormiga, ese conocimiento le impide mirar. Así, uno empieza a ver inmediatamente dónde el conocimiento es necesario y dónde se vuelve un obstáculo. De este modo, no hay confusión. Cuando la mente es clara, precisa, capaz de un razonamiento profundo, fundamental, se halla en un estado de negación. La mayoría de nosotros acepta las cosas muy fácilmente, somos tan crédulos porque ansiamos consuelo, seguridad, un sentimiento de esperanza, deseamos que alguien nos salve -Maestros, salvadores, gurúes, rishis-. ÁUstedes ya conocen toda esa mescolanza! Y nosotros aceptamos con prontitud y facilidad; y con igual facilidad negamos, según cómo esté el clima de nuestra mente. De modo que la "claridad" lo es en el sentido de ver las cosas como son dentro de uno mismo. Porque uno forma parte del mundo, es el movimiento del mundo. Uno es la expresión externa del movimiento que se desarrolla internamente; es como la marea que sale y entra.
El mero concentrarse en uno mismo, o el observarse como algo separado del mundo, lleva al aislamiento y a todas las formas de idiosincrasia, neurosis, miedos aisladores, etc. Pero si uno observa el mundo, si sigue el movimiento del mundo y se deja llevar por ese movimiento cuando éste penetra en lo interno, entonces no hay división entre uno mismo y el mundo, entonces uno no es un individuo opuesto a lo colectivo. Y tiene que existir este sentido de observación, que consiste tanto en observar como en explorar, escuchar y estar alerta. Uso la palabra observar en ese sentido. El acto mismo de observación es el acto de exploración. Uno no puede explorar si no está libre. Por lo tanto, para explorar, para observar, tiene que haber claridad. Para explorar profundamente dentro de sí mismo, cada vez que uno llega a esa exploración debe hacerlo como si fuera la primera vez. O sea, uno jamás ha obtenido un resultado, jamás ha ascendido por una escalera, y nunca puede decir: "Ahora lo sé". No hay escalera. Y si uno llegara a subir, debe bajar de inmediato a fin de que la mente sea sensible en grado sumo para observar, vigilar, escuchar. Gracias a este observar, escuchar, ver, vigilar, adviene esa belleza extraordinaria de la virtud. No hay otra virtud, excepto la que proviene del conocimiento propio.
Entonces esa virtud es vital, vigorosa, activa, no una cosa muerta que cultivamos. Y ésos han de ser los cimientos. Los cimientos para la meditación son la observación, la claridad y la virtud en el sentido en que la entendemos, no en el sentido de hacer de la virtud una cosa que debemos cultivar día tras día, lo cual es mera resistencia. Entonces, a partir de ahí, podemos ver lo que implican las así llamadas oraciones, la repetición de palabras, los mantras, el sentarse en un rincón y tratar de fijar la mente sobre un objeto en particular, o sobre una palabra, un símbolo, lo cual implica meditar deliberadamente. Por favor, escuchen con mucha atención. Adoptar una postura deliberada o hacer deliberadamente, conscientemente, ciertas cosas para meditar, sólo indica que están jugando en el campo de sus propios deseos y de su propio condicionamiento; por lo tanto, eso no es meditación. Si uno observa, puede ver muy bien que esas personas que meditan tienen toda clase de imágenes: ven a Krishna, a Cristo, a Buda, y piensan que han logrado algo. Como un cristiano que ve a Cristo; ese fenómeno es muy simple, muy claro: es una proyección de su propio condicionamiento, de sus temores, sus esperanzas, su deseo de seguridad. El cristiano ve a Cristo como ustedes [hablaba a hindúes] verían a Rama o a cualquiera que sea su dios predilecto. No hay nada notable respecto de estas visiones. Son el producto de nuestro inconsciente, el cual ha sido tan condicionado, tan adiestrado en el temor.
Cuando nos hallamos un poco quietos, ese inconsciente irrumpe con sus imágenes, sus símbolos, sus ideas. Por lo tanto, las visiones, los trances, las imágenes e ideas, no tienen absolutamente ningún valor. Es como ocurre con un hombre que repite una y otra y otra vez algún mantra o alguna frase o un nombre. Cuando uno repite y repite y repite un nombre, es obvio que lo que hace es embotar la mente, volverla estúpida; y, en esa estupidez, la mente se aquieta. Para aquietar la mente, lo mismo podría uno tomar una droga -y tales drogas existen-; en ese estado de quietud, estando drogado, uno tiene visiones. Esas visiones son, obviamente, el producto de nuestra propia sociedad, de nuestra propia cultura, de nuestras esperanzas y nuestros temores; no tienen nada que ver con la realidad. Lo mismo sucede con las oraciones.
El hombre que ora es como aquél que tiene su mano en el bolsillo de otro. El hombre de negocios, el político y toda la sociedad competitiva oran por la paz; pero lo hacen todo para engendrar guerras, odios y antagonismo. Eso no tiene sentido, carece de racionalidad. Nuestra oración es una súplica, pedimos algo que no tenemos derecho a pedir, porque no vivimos, porque no somos virtuosos. Queremos algo pacífico, grande, que enriquezca nuestras vidas, pero hacemos todo lo opuesto: destruimos, nos volvemos vulgares, mezquinos, estúpidos. Las plegarias, las visiones, el sentarse derecho en un rincón respirando de modo correcto, haciendo cosas con nuestra mente, todo eso es muy inmaduro, muy infantil; no tiene sentido para un hombre que realmente quiera comprender el pleno significado de lo que es la meditación. Un hombre así descarta por completo todo esto, Áaun cuando pudiera perder su empleo! El no recurre inmediatamente a un pequeño dios, a fin de obtener un nuevo empleo -ése es el juego que practican todos ustedes-. Cuando hay alguna clase de dolor, de perturbación, acuden a un templo Áy se llaman a sí mismos religiosos!
Todas estas cosas deben ser completa y totalmente descartadas, de modo que ni siquiera los toquen. Si han hecho esto, entonces podemos seguir investigando todo este asunto de lo que es la meditación. Tiene que haber observación, claridad, conocimiento propio y, a causa de ello, virtud. La virtud es una cosa que florece todo el tiempo en bondad; uno puede haber cometido un error, haber hecho algo feo, pero eso se ha terminado; uno se está moviendo, floreciendo en bondad porque se conoce a sí mismo. Habiendo echado esos cimientos, es posible dejar de lado las oraciones, el murmurar palabras y el adoptar posturas.
Entonces puede uno empezar a investigar qué es la experiencia. Es muy importante comprender qué es la experiencia, porque todos la deseamos. Tenemos las experiencias cotidianas: ir a la oficina, disputar, sentirnos celosos, envidiosos, ser brutales, competitivos, sexuales. En la vida pasamos por toda clase de experiencias, día tras día, consciente o inconscientemente. Vivimos en la superficie de nuestra vida, sin belleza, sin ninguna profundidad, sin nada propio que sea original, prístino, puro. Somos seres de segunda mano, siempre citando a otros, siguiendo a otros, como cáscaras vacías. Y, naturalmente, queremos más experiencias además de la experiencia cotidiana. Buscamos, pues, estas experiencias ya sea por medio de la meditación o tomando alguna de las drogas más recientes. El LSD 25 es una de estas drogas recientes; tan pronto lo toman, sienten que tienen un "misticismo instantáneo", no que han tomado la droga [risas del público].
Estamos hablando en serio. Ustedes se limitan a reír ante la menor provocación; por lo tanto, no son serios, no examinan esto paso a paso, observándose a sí mismos; sólo escuchan las palabras y siguen dejándose llevar por las palabras -algo contra lo cual los he prevenido al principio de esta plática-. Están estas drogas que nos inducen una expansión de la conciencia, que de momento nos tornan altamente sensibles. Y en ese estado de sensibilidad intensificada vemos cosas: El árbol adquiere una vida asombrosa, es más claro y brillante, contiene una inmensidad. O, si tenemos inclinaciones religiosas, en ese estado de sensibilidad acrecentada experimentamos un sentimiento extraordinario de paz y luz; no hay diferencia entre uno mismo y la cosa que uno observa: uno es eso, y todo el universo es parte de uno mismo. Y anhelamos estas drogas porque deseamos más experiencia, una experiencia más amplia y más profunda, confiando en que tal experiencia dará un significado a nuestra vida; de este modo, comenzamos a depender. Sin embargo, cuando uno tiene estas experiencias, sigue estando dentro del campo del pensamiento, dentro del campo de lo conocido. Por consiguiente, ustedes tienen que comprender la experiencia, o sea, la respuesta a un reto, la cual se vuelve una reacción; y esa reacción moldea sus pensamientos, sus sentimientos, todo su ser. Y así suman más y más experiencias; sólo piensan en tener cada vez más experiencias.
Cuanto más claros son los recuerdos de esas experiencias, más creen ustedes que conocen, que saben. Pero si lo observan, encontrarán que cuanto más conocen, más superficiales se vuelven, más vacuos. Al volverse más vacuos desean más experiencias, experiencias más amplias. De modo que tienen que comprender, no sólo lo que he dicho anteriormente, sino también esta demanda extraordinaria de experiencias. Ahora podemos proseguir. Una mente que busca cualquier clase de experiencia, sigue estando dentro del campo del tiempo, dentro del campo de lo conocido, de los deseos autoproyectados. Como dije al comienzo, la meditación deliberada sólo nos conduce a la ilusión. Sin embargo, tiene que haber meditación. Si meditamos deliberadamente, eso nos lleva a distintas formas de autohipnosis, a distintas formas de experiencias proyectadas por nuestros propios deseos, por nuestros propios condicionamientos; y esos condicionamientos, esos deseos moldean nuestra mente, controlan nuestro pensamiento. Por eso, un hombre que de verdad quiera comprender el significado profundo de la meditación, debe comprender el significado de la experiencia; además, su mente tiene que estar libre de toda búsqueda. Eso es muy difícil. En seguida voy a examinarlo. Habiendo asentado todo esto naturalmente, espontáneamente, fácilmente, como algo básico, debemos averiguar qué significa controlar el pensamiento. Porque eso es lo que todos persiguen: cuanto más pueden controlar el pensamiento, más creen que han avanzado en la meditación. Para mí, cualquier forma de control --físico, psicológico, intelectual, emocional-- es nociva. Por favor, escuchen cuidadosamente. No digan: "Entonces haré lo que me plazca". No estoy diciendo eso. El control implica subyugación, represión, adaptación, implica moldear el pensamiento conforme a un patrón particular, lo cual quiere decir que el patrón es más importante que el descubrimiento de lo verdadero. Así, el control en cualquier forma --resistencia, represión o sublimación-- moldea más y más la mente conforme al pasado, conforme al condicionamiento en que nos educaron, al condicionamiento de una comunidad en particular, y así sucesivamente.
Es necesario comprender qué es la meditación. Ahora, por favor, escuchen cuidadosamente. No sé si alguna vez han hecho esta clase de meditación. Es probable que no, pero ahora van a hacerla conmigo. Vamos a emprender el viaje juntos, no verbalmente, sino que recorreremos ese camino desde el principio hasta el fin de donde llega la comunicación verbal. Es como llegar juntos hasta la puerta; entonces, o bien pasan ustedes por la puerta, o se detienen de este lado. Se detendrán de este lado de la puerta si no han hecho todo lo que se ha indicado, no porque lo diga quien les habla, sino porque es cuerdo, sano, razonable y soportará todas las pruebas, todos los exámenes. De modo que ahora vamos a meditar juntos, no deliberadamente, porque no existe la meditación deliberada. Es como dejar la ventana abierta y el aire llega cuando quiere --cualquier cosa que el aire traiga, sea como fuere la brisa--. Pero si esperan que las brisas lleguen porque han abierto la ventana, éstas jamás llegarán. La ventana tiene que ser abierta por amor, por afecto, desde la libertad, no porque uno desee algo. Y ése es el estado de belleza, es el estado de la mente que ve y no exige nada. Estar atentos implica un estado extraordinario de la mente --estar atentos a cuanto los rodea, a los árboles, al pájaro que canta, al Sol que está detrás de ustedes; estar atentos a los rostros, a las sonrisas; estar atentos a la suciedad del camino, a la belleza de la tierra, a la palmera contra el cielo rojo del crepúsculo, a la onda sobre el agua--, simplemente estar atentos, sin preferencia alguna. Por favor, háganlo mientras prosiguen con esto.
Escuchen a esos pájaros, sin nombrarlos, no reconozcan la especie, sólo escuchen el sonido. Escuchen los movimientos del propio pensar, no los controlen, no los moldeen, no digan: "Esto es bueno, eso es malo". Simplemente, muévanse con ellos. Eso es la percepción alerta, en la que no hay opción ni condena ni juicio ni comparación o interpretación; sólo observación pura. Eso hace que la mente sea altamente sensible. En el momento en que nombran, han retrocedido y la mente se embota, porque eso es lo que acostumbran hacer. En ese estado de percepción alerta hay atención, no control ni concentración. Hay atención. O sea, escuchan a los pájaros, ven la puesta del Sol, contemplan la quietud de los árboles, oyen pasar los automóviles, oyen a quien les habla; y están atentos al significado de las palabras, a sus propios pensamientos y sentimientos y al movimiento de esa atención. Están atentos globalmente, sin un límite, no sólo de manera consciente, sino también inconscientemente. Lo inconsciente es más importante; por lo tanto, tienen que investigar lo inconsciente. No uso la palabra "inconsciente" desde el punto de vista de la técnica o como un término técnico. No la uso en el sentido en que la usan los psicólogos, sino para referirme a aquello de lo que no son conscientes. Porque la mayoría de nosotros vive en la superficie de la mente: yendo a la oficina, adquiriendo conocimientos o una técnica, disputando, etc. Jamás prestamos atención a la profundidad de nuestro ser, la cual es el resultado de nuestra comunidad, del residuo racial, de todo el pasado -no sólo el de cada uno de nosotros como ser humano, sino también el del hombre, el de las ansiedades del hombre-. Cuando dormimos, todo esto se proyecta en la forma de sueños, y entonces está la interpretación de esos sueños. Los sueños se vuelven totalmente innecesarios para un hombre que está despierto, alerta, observando, escuchando, consciente, atento. Ahora bien, esta atención exige una energía tremenda; no la energía que ustedes han acumulado mediante la práctica, el celibato y todas esas cosas; ésa es la energía de la codicia. Yo hablo de la energía del conocimiento propio. Gracias a que han echado los cimientos correctos, de ello surge la energía que necesitan para estar atentos, energía en la que no hay ningún sentido de concentración.
La concentración es exclusión; ustedes quieren escuchar esa música [que llega desde una calle cercana], y también quieren oír lo que dice quien les habla, de modo que ofrecen resistencia a esa música y tratan de escucharlo a él; de esta manera, no prestan realmente atención completa. Una parte de su energía se ha ido en resistir a esa música y una parte está tratando de escuchar; por lo tanto, no escuchan totalmente, no están atentos. Así que si se concentran, meramente resisten, excluyen. Pero una mente que se halla atenta, puede concentrarse y no ser exclusiva. De esta atención surge, pues, un cerebro quieto.
Las células cerebrales mismas están quietas; no aquietadas, no disciplinadas, no forzadas ni condicionadas brutalmente. Pero a causa de que toda esta atención ha surgido naturalmente, espontáneamente, con facilidad y sin esfuerzo alguno, las células cerebrales no se han falseado, ni se han insensibilizado ni vulgarizado ni embrutecido.
Espero que estén siguiendo todo esto. A menos que las células cerebrales mismas sean asombrosamente sensibles, vitales y alertas, que no estén endurecidas ni golpeadas ni agotadas ni especializadas en un sector particular del conocimiento, a menos que sean extraordinariamente sensibles, no pueden estar quietas. Por consiguiente, el cerebro debe estar quieto y, no obstante, debe ser sensible a cada reacción, debe estar atento a toda la música, a los ruidos, a los pájaros, escuchando estas palabras, contemplando la puesta del Sol, sin presión ninguna sin tensiones, sin influencias. El cerebro debe estar muy quieto, porque sin quietud, quietud no inducida, no producida artificialmente, no puede haber claridad. Y la claridad puede llegar sólo cuando hay espacio. Ustedes tienen espacio en el momento en que el cerebro está absolutamente quieto y, no obstante, altamente sensible, no apagado. Por eso es muy importante lo que hacen todos los días. El cerebro se halla embrutecido por las circunstancias, por la sociedad, por los trabajos que ustedes realizan y por la especialización, brutalmente molido por sus treinta o cuarenta años en una oficina -todo eso destruye la extraordinaria sensibilidad del cerebro-. Y el cerebro debe estar quieto. A partir de ahí, toda la mente, en la cual está incluido el cerebro, es capaz de estar completamente silenciosa. Esa mente silenciosa ya no busca, no espera experiencias; no experimenta nada en absoluto. Confío en que comprendan todo esto. Tal vez no lo comprenden. No importa, simplemente escuchen. No se sientan hipnotizados por mí, sino presten atención a la verdad de esto. Quizás entonces, cuando estén caminando por la calle o se encuentren sentados en un autobús o contemplando un torrente o un campo sembrado de arroz verde y abundante, esto llegue inadvertidamente, como un susurro desde una tierra muy remota. Así, la mente queda en completo silencio, sin ninguna forma de presión, de compulsión. Este silencio no es algo producido por el pensamiento, porque el pensamiento ha cesado, toda la maquinaria del pensamiento ha llegado a su fin. El pensamiento debe terminar; de lo contrario, producirá más imágenes, más ideas, más ilusiones, más, más y más.
Por lo tanto, tienen que comprender toda esta maquinaria del pensamiento -no cómo detener el pensar-. Si comprenden toda la maquinaria del pensamiento -la cual es la respuesta de la memoria, de la asociación y el reconocimiento, del nombrar, comparar y juzgar-, si la comprenden, ésta llega naturalmente a su fin. Cuando la mente está por completo silenciosa, entonces, a causa de ese silencio, en ese silencio mismo, hay un movimiento por completo diferente. Ese movimiento no es un movimiento creado por el pensar, por la sociedad, por lo que ustedes han leído o no han leído. Ese movimiento no pertenece al tiempo o a la experiencia, porque no contiene experiencia alguna. Para una mente silenciosa no hay experiencias. Una luz que arde brillantemente, una luz intensa, no requiere nada más, es luz para sí misma. Ese movimiento no es un movimiento en ninguna dirección, porque la dirección implica tiempo. Ese movimiento no tiene causa, porque cualquier cosa que tenga una causa produce un efecto y ese efecto se convierte en la causa y así sucesivamente: una cadena interminable de causa y efecto. Por lo tanto, no hay en absoluto ni efecto ni causa ni motivo ni experiencia. Debido a que está por completo quieta, naturalmente silenciosa, a que ustedes han echado los cimientos correctos, la mente se halla relacionada de manera directa con la vida, no está divorciada del vivir cotidiano. Si la mente ha llegado hasta ahí, ese movimiento es creación. Entonces no hay ansiedad por expresarse, porque una mente en estado de creación puede expresarse o no expresarse. Ese estado de la mente que se halla en completo silencio tiene su propio movimiento; esa mente se moverá en lo desconocido, en aquello que es innominable.

Por consiguiente, la meditación que ustedes practican no es la meditación de que estamos hablando, la cual existe de lo eterno a lo eterno, porque uno ha echado los cimientos no en el tiempo sino en la realidad.

jueves, 27 de junio de 2013

¿Qué es el amor?


(Selección extraída del libro "Hacia una Vida Plena de Sentido".
Adaptado por Simon Jacobson de las Enseñanzas del Rebe de Lubavitch, © Jabad Lubavitch Argentina.)

El amor, pese a ser una de nuestras palabras más usadas, sigue siendo un enigma. Es posible que se haya escrito más sobre el amor que sobre cualquier otro tema, y aun así sigue siendo intangible. Sabemos que el amor es una parte integral de la vida humana, que lo necesitamos para nuestro bienestar, pero no parece haber un modo garantizado de hallarlo. ¿Qué es entonces el amor?
El amor es el componente singular más necesario en la vida humana. Es a la vez dar y recibir; nos permite experimentar a otra persona y permite que esa persona nos experimente a nosotros. El amor es el origen y el fundamento de toda interacción humana. Para vivir una vida plena de sentido, debemos aprender más sobre el amor y cómo introducirlo en nuestras vidas.
A primera vista, podríamos pensar que necesitamos amor del mismo modo en que necesitamos comer y beber, respirar y dormir. Sabemos que el amor consuma nuestra necesidad de que se ocupen de nosotros, nuestra necesidad de intimidad. Por eso procuramos el amor de una manera que muchas veces suele ser narcisista e indulgente- buscamos a alguien que nos ame porque así lo queremos; podemos querer amar a alguien para sentirnos bien con nosotros mismos.
Pero si el amor es sólo una necesidad más como la comida o el agua, ¿por qué es tan fugitivo? -Por qué a tanta gente se le hace tan difícil alcanzar el amor? Y cuando lo hallamos, no es fácil ejercerlo; siempre viene acompañado de alguna medida de dolor y frustración. Podernos tener éxito en amar por un tiempo, pero cuando fallamos, el dolor es intenso.
Estos son los inconvenientes que enfrentamos cuando considerarnos al amor sólo como una más de nuestras necesidades corporales. Sí, necesitamos amor igual que necesitamos comida y agua, pero hay una diferencia. La comida y el agua son elementos de la tierra que sustentan nuestros cuerpos físicos, mientras que el amor es el lenguaje de Dios, que sostiene a nuestra alma.
El amor genuino se parece poco al amor sobre el que leemos en las novelas u oímos en las canciones. El amor verdadero es trascendencia, equivale a unir nuestras personas físicas a Dios y, en consecuencia, a todo lo que nos rodea. Con demasiada frecuencia tenemos una concepción egoísta del amor, como algo que queremos y necesitamos; pero el verdadero amor, al ser parte integral de nuestra relación con DIOS, es altruista.
Uno de nuestros principios más fundamentales es "Ama a tu prójimo como a ti mismo".'¿ Pero cómo puede ser posible esto? ¿Acaso no nos amamos más de lo que podríamos amar a cualquier otra cosa? La respuesta está en el hecho de que el verdadero amor altruista no surge del cuerpo sino del alma.
El amor es la predominancia del espíritu sobre la materia. Según la definición de materialismo, dos objetos no pueden ocupar el mismo espacio simultáneamente. Pero el alma trasciende el tiempo y el espacio, y también trasciende el narcisismo, haciendo posible que nos compartamos realmente con otra persona.
El sabio Hilel dice: "No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti". Esta es toda la Torá, y el resto es comentario. "El propósito de la sabiduría de Dios es uno: enseñarnos cómo amar, trascender nuestros límites materiales y llegar a un, lugar más espiritual. Ese viaje sólo se hace con el alma, y el amor es el idioma que debemos aprender para hablar en el camino. El amor es un modo de hablar con Dios. Cuando miramos a los ojos de alguien y lo amamos, estamos trascendiendo el mundo físico y conectándonos con Dios. De modo que el amor es mucho más que tratar a otra persona con compasión. Va más allá del intercambio de sentimientos de ternura. Es mucho más que hacer a otros sólo lo que nos haríamos a nosotros mismos. El amor es un acto Divino, el modo más puro de alimentar el alma de otra persona tanto como la nuestra.
El amor más profundo no es meramente humano. Es un amor imbuido de Divinidad, por el cual un beso mortal se transforma en uno inmortal. El amor verdadero es un alma recibiendo a otra.

Diez Consejos para Retardar el Envejecimiento.


Dr. Deepak Chopra

Deepak Chopra basa su sistema de curación en la medicina Ayurvédica. El Ayurveda, que se originó en la India hace más de 4 mil años, significa en sánscrito " la ciencia de la vida " . Esta medicina hace referencia a una visión integral del ser humano, donde el cuerpo y la mente están estrechamente relacionados y se influencian mutuamente. El cuerpo se moldea a partir de la conciencia, ya que ésta tiene un potencial enorme para producir cambios en el organismo, como curar enfermedades y retardar el envejecimiento.

Nuestro sistema actual de vida está regido por la gran ilusión de la materia: creemos que ésta, es lo único que existe y que la conciencia es un subproducto de ella. Pero esa concepción está basada en una interpretación sensorial, y está claro que nuestros sentidos físicos no nos permiten percibir la verdadera naturaleza de la realidad. Pensamos que es sólida y estática, cuando en verdad está en permanente cambio.

Esto también es válido para el cuerpo humano, que experimenta un cambio permanente. En menos de un año, se reemplaza el 98% de los átomos del cuerpo, la piel se renueva cada cinco meses, el esqueleto cambia cada tres meses e incluso el ADN, que es donde se inserta
nuestro código genético, se reemplaza cada seis semanas: Uno parece ser el mismo por fuera; sin embargo, es como si se cambiaran continuamente los ladrillos del edificio . Pero no debemos confundir el instrumento con el usuario del instrumento.

El cuerpo cambia y se renueva, no es el mismo y, sin embargo, mantiene su identidad, ya que la base de su existencia está más allá de la materia y pertenece al dominio quántico, donde no hay materia, sino sólo inteligencia que organiza la información y es capaz de identificarse y comunicarse con el resto del Universo. La mente, que es el movimiento de la conciencia -o alma-, utiliza energía electromagnética para crear el cuerpo. Ciertamente, no es posible retroceder la edad cronológica, pero sí es posible revertir el proceso de envejecimiento. Esto significa actuar sobre la edad psicológica (cómo nos sentimos y cómo ejercemos la edad cronológica) y sobre los 15 marcadores biológicos de ésta: presión sanguínea, tasa metabólica, densidad ósea, regulación de la temperatura, contenido de grasa, capacidad aeróbica, nivel de colesterol, masa muscular, fuerza muscular, niveles de hormonas sexuales, tolerancia al azúcar, sistema auditivo, visión, inmunidad y estado de la piel. Investigaciones científicas que se han venido realizando desde hace ya más de 30 años, a partir de la década del 70, han descubierto que cada uno de esos marcadores puede revertirse hasta 15 años. Al igual que en el universo, todo es reciclable en el ser humano: las moléculas y células del cuerpo, las emociones y los pensamientos. El cambio de uno de los marcadores biológicos de la edad produce el cambio de todo el resto de ellos, pero cuando todos éstos cambian a la vez ¡el cambio ya es exponencial!

Chopra explica que existen diversas técnicas para modificar los marcadores biológicos. Para esto, hay que actuar a nivel del cuerpo físico (conexión, energía o materia, prana o ki en otras tradiciones); del cuerpo sutil (mente, intelecto, ego, ideas, emociones, conceptos, personalidad, auto imagen, etc.) y del cuerpo causal (genera causas y hace que se creen los otros cuerpos, aquí se ubican el alma y el espíritu). Así, desde el cuerpo físico hasta el causal, vamos del tiempo a la eternidad.

Uno de los mejores métodos para conservarse joven y vital es la práctica regular de la meditación PASIVA y ACTIVA, que permite que los niveles hormonales se mantengan altos y no decaigan. La meditación permite conectarse con la fuente primordial de energía del universo -Dios- y realizar algo tan importante como retornar a la memoria del Amor, que
es propia del ser humano.
El contacto directo con lo sagrado -por ejemplo, a través de la meditación ACTIVA o la comunión con la naturaleza - proporciona la experiencia máxima de Amor. Se irradia como luz y plenitud, que transforman el cuerpo y las emociones y, por tanto, el mundo que nos rodea.

Diez consejos para retardar el envejecimiento:

1. Cambio de la percepción: Pasar de una visión materialista del universo a una visión integral y espiritual de la vida y la materia.

2. Tiempo: Dejar de vivir preocupados por el mañana o de vivir de los recuerdos y aprender a estar presente y vivir del ahora.

3. Sueño: La mala calidad de sueño acelera el envejecimiento. Lo que importa no es la cantidad, sino la calidad del sueño. La medicina ayurvédica aconseja acostarse sobre las 10:00 de la noche. Estas dos horas antes de la medianoche tienen un efecto reparador mucho mayor que las 6 horas siguientes. Es bueno dormir unas 8 horas y no excederse, si no se obtiene el efecto contrario, debilita.

4. Vigila tu alimentación: De acuerdo con el Ayurveda, el cuerpo se siente satisfecho y en equilibrio cuando tiene acceso a los seis sabores básicos (astringente, dulce, amargo, salado, agrio y picante). Los alimentos deben ser lo más frescos y naturales posibles, porque
así aportan mayor cantidad de prana o energía. Además, se deben tomar suplementos nutricionales (multivitamínicos con minerales), ya que aunque tengamos una buena dieta, los necesitamos debido a la gran cantidad de toxinas y de tensiones a las que estamos expuestos diariamente. Curación Cuántica.

5. Ejercita el cuerpo: El yoga, el Tai-Chi o cualquier deporte que nos mantenga activos será bueno para recuperar la relación mente-cuerpo. La mejor forma de integración de ambos es a través de la respiración consciente, que facilita el movimiento energético de lo físico a lo mental.

6. Aprovecharse de los beneficios del Sol. Mirarlo, tomar baños de Sol, etc. Contrariamente a lo que dicen las empresas que venden protectores solares el cuerpo, hay más enfermedades de la piel en países donde casi no sale el Sol.

7. Eliminar las toxinas: Se deben eliminar las drogas, el alcohol y el humo del cigarrillo, pero también las toxinas emocionales, como miedo, depresión, culpa, enojo e ira, que actúan al nivel del cuerpo sutil. Desintoxica tu hígado, riñones y colon habitualmente.

8. Amor: Dar y recibir amor estimula el sistema inmunológico. Los tres niveles en que se expresa el amor son verbal (te quiero), atencional (escuchar al otro ininterrumpidamente) y afectivo (tocar, acariciar).

9. Creatividad: Aplica tu creatividad. Pinta, escribe, cocina, canta, etc, pero expresa tu creatividad de un modo libre y natural.

10. Mantén tu mente alimentada con lecturas que te hagan crecer interiormente. Ayuda a tu Alma día a día a que se eleve de la materia con lecturas inspiradoras.

^^ Pensar es moverse en el infinito ^^. Herni Dominique Lacordaire (1802-1861) Sacerdote y predicador francés.

-- 
"Estar atentos y ser plenamente conscientes, segundo a segundo, de nuestros pensamientos y sentimientos, de nuestro cuerpo y movimientos, de todo nuestro entorno. 
Eso es meditación. 
Estar aquí y ahora"


Haiku Zen

EL BAILE DE LA VIDA Si no se considera una persona FELIZ revise estos 10 secretos.‏

¿Bailemos?
Si no se considera una persona FELIZ revise estos 10 secretos. Pueden ser la solución para alcanzar ¡SU FELICIDAD!

ACTITUD: 
La Felicidad es una elección que puedo hacer en cualquier momento, y en cualquier lugar.
Mis pensamientos son los que me hacen sentir feliz o desgraciado, no las circunstancias.
Recuerda que lo único que puedes controlar en el mundo son tus pensamientos.. Sé capaz de cambiarte a ti mismo y el mundo cambiará contigo.


EL CUERPO:
Mis sentimientos son influenciados por mi postura. Es importante también que hagas  ejercicio, éste nos libera del estrés y genera la secreción de endorfinas, que hacen que nos sintamos bien. El baile es un buen ejercicio, es un tónico para la salud y... ¡El Tango! Es un baile sensual que activa los sentimientos.


EL MOMENTO:
La felicidad no está en los años, meses, en las semanas, ni siquiera en los días. Sólo se la puede encontrar en cada momento. "Hoy es el mañana del ayer Además la vida siempre
tiene derecho a sorprendernos, así que aprende a vivir el presente sin ninguno de los traumas del pasado ni las expectativas del futuro. Recuerda que la Felicidad no es una meta, sino un trayecto. Disfruta de cada momento como si en él se combinaran tu pasado, tu presente y tu futuro. Nuestra propia imagen Debo aprender a amarme a mi misma como soy. Creer en nosotros mismos da resultados. Solo al querernos podemos abrir el corazón a que nos quieran. Cuando más te conozcas, en mayor medida podrás darte a los demás.

LAS METAS:
Sabes ¿cual es la diferencia entre un sueño y una meta? Una meta es un sueño con una fecha concreta para convertirse en realidad. Un sueño es solo un sueño, algo que está fuera de la realidad... así que atrévete a soñar, pero atrévete también a esforzarte por lograr que esos sueños se hagan realidad !!! "Apunta hacia la Luna, pues aunque te equivoques, irás a parar a las estrellas..." 


Y cuando te pongas una meta difícil o creas que tienes un sueño imposible, recuerda que el éxito es sólo la recompensa, pues lo que vale es el esfuerzo.

EL HUMOR:
La sonrisa es muy importante para mejorar la autoestima. Cuando sonreímos, aunque no sintamos nada, nuestro cerebro lo entiende como una señal de que todo va bien y manda un mensaje al sistema nervioso central para que libere una sustancia llamada beta-endorfina,
que da a la mente una respuesta positiva.
Dicen que una sonrisa cuesta menos que la electricidad, pero que da más luz.. Además, con cada sonrisa que le das a alguien o a ti mismo siembras una semilla de esperanza.

LAS RELACIONES:
La energía es unir fuerzas y caminar juntos para conseguir cosas...  Trata de entender a las personas que te rodean, quiere a tus amigos como son, sin intentar cambiarlos, porque cuando te sientas mal, sin importar como seas, el verdadero amigo estará allí para apoyarte y brindarte todo su amor.  Así que cultiva tus amistades

EL PERDON:
Mientras mantengas odios y resentimientos en tu corazón, será imposible ser feliz. Lo maravilloso del perdón no es que libera al otro de su eventual culpa, sino que te libera a ti
de un sufrimiento para el alma. La vida es muy bella como para mantener sentimientos
negativos en nuestro camino...

DAR:
Uno de los verdaderos secretos para ser feliz es aprender a dar sin esperar nada a cambio.
Las leyes de la energía y la justicia te devolverán con creces lo que des. Si das odio,
recibirás odio tarde o temprano, pero si das amor, recibirás multiplicado ese amor.


LA FE EN TI MISMO:
La fe crea confianza, nos da paz mental y libera al alma de sus dudas, preocupaciones, ansiedad y miedos. Ten fe, esperanza y optimismo en ti mismo y en todos los proyectos que quieras emprender!!! 
Pero no te asustes cuando dudes, simplemente desea las cosas de todo corazón y lleno de fe porque Querer es poder . Dicen que el hombre llega a ser sabio cuando aprende a reírse de sí mismo. Así que ríe, ríe alegremente... ¡y el mundo reirá contigo!

 ¡¡Vamos.!!

Terminada las recomendaciones teóricas  dar inicio a la Práctica. En la vida todo se puede para alcanzar ¡La Felicidad!  Solo basta tener la voluntad de hacerlo. Entonces  ¡ Sigamos Bailando!

UN TEMA DE NUESTROS TIEMPOS‏


La neurosis, es un tema de nuestro tiempo que pocas personas son conscientes de padecer y de reconocer.

Por lo general, pensamos que "esos" son males que le llegan a los otros y no a nosotros. Ante la imposibilidad de "ver" en nuestro interior, de detectar por nosotros mismos esto que afecta nuestra salud mental, fisica y emocional y la incapacidad de asumir que nuestra verdadera visión se encuentra bloqueada por fuerzas internas e inconscientes, recurrimos a artificios de todo tipo para reconquistar la armonía y el equilibrio perdido. 

Aquí entran en juego los socorridos psicofármacos, con ilusorios efectos de una paz y tranquilidad momentánea. La vida se torna penosa: perdemos la capacidad de disfrutar la vida a plenitud, comenzando a girar en un movimiento de declive circular del que difícilmente logramos salir. La sensación de vacio y de soledad en compañía se adueña de nosotros en cada instante, la chispa de nuestra vida interior se extingue de a pocos y el cuerpo va sintiendo los efectos en cada giro hacia abajo, del interminable y noscivo espiral. Si no hacemos el esfuerzo de observar con valentia el estado en el que nos encontramos. reconociendo nuestra responsabilidad de aquello que nos esta afectando y que por temor no queremos reconocer como es el de la neurosis, seguiremos atrapados en ella con consecuencias graves para nuestro estado de salud.-

Solo desarrollando un estado de conciencia superior, el cual es el camino correcto, podremos alcanzar un estado de Paz, Salud, Prosperidad y Felicidad

¿Qué es un estado neurótico?
El niño bloqueado 

Una persona neurótica es, simplemente, una persona que sufre. Que sufre mucho. El concepto“neurosis” es sinónimo de “dolor emocional excesivo”, con las secuelas psicoconductuales correspondientes. Estas secuelas pueden ser de muchos tipos (ansiedades, fobias, depresión, agresividad, hiperactividad, adicciones, obsesiones, miedos, problemas de personalidad, etc.), pero, en general, todas ellas comparten una misma naturaleza, un solo significado. ¿Cuáles son éstos? ¿Qué es la neurosis y cómo se cura? 

Desde un enfoque psicodinámico, podemos ver la neurosis desde muchos ángulos y, por tanto, definirla de varias maneras. Por ejemplo, podemos decir que:

1) La neurosis es un conflicto. Ciertamente, se trata del resultado de un conflicto, generalmente inconsciente, entre los sentimientos que el sujeto siente realmente pero no se atreve a admitir y mostrar (p.ej., dolor, ira, miedo, culpa, apego, autodesprecio, etc.) y los sentimientos/conductas que se cree obligado, por la educación recibida y/o las exigencias sociales, a expresar. De esta contradicción, de este choque, surge habitualmente una máscara "intermedia", un sentimiento/conducta más o menos deformado, al que llamamos síntoma. Un conjunto de síntomas recibe el nombre de "trastorno".

2) La neurosis es un bloqueo. Como resultado del conflicto anterior y sus síntomas derivados, la persona no puede fluir y adaptarse con facilidad a la realidad, se "atasca", fracasa aquí y allá (pareja, trabajo, relaciones sociales, proyectos, felicidad, etc.), sufre mucho por todo ello. Como resultado, sus síntomas se realimentan y perpetúan.

3) La neurosis es una defensa. ¿Contra qué? Precisamente contra sus dolores más secretos e insoportables: su desamor, sus traumas, sus miedos, sus sentimientos reprimidos, su infancia perdida para siempre, su responsabilidad de hacerse cargo de sí mismo/a, etc.

4) La neurosis es una estrategia. Paradójicamente, los síntomas neuróticos ofrecen también sus ventajas, pues dan al sujeto la oportunidad de ser el centro de atención, reclamar amor y mimos, dominar el entorno, evitar la vida y las responsabilidades, etc. Así, el neurótico, por comodidad y pereza inconscientes, se resiste sin saberlo a "curarse".

5) La neurosis es inmadurez. Todo lo anterior es una manifestación y, a la vez, un reforzador del secreto infantilismo -o narcisismo- del neurótico que, en el fondo, no es más que un niño asustado estancado en el pasado, evitando la vida, renunciando a su libertad. El neurótico, en suma, paradójicamente aferrado a su problema, se resiste a crecer.

¿Cómo se cura la neurosis? Si ésta es, como hemos visto, la expresión cifrada de un conflicto, un bloqueo, una defensa, una estrategia y una forma de inmadurez, entonces curarse requerirá explorar y sacar a la luz, con valentía, los conflictos básicos que nos aprisionan pero que podemos superarlos mediante el auxilio de la meditación realizada de forma activa, disciplinada, profunda y consciente, para así revivirlos sin máscaras y poder superarlos con lucidez y responsabilidad. Teniendo que descubrir, aceptar y aprender a convivir con las verdades más duras de nosotros mismos y de nuestro entorno pasado y presente; tendremos algunas veces que llorar y enfadarnos; teniendo que liberarnos de los sentimientos de culpa y superar con valentia nuestras últimas resistencias infantiles. Entonces podremos asumir, sin miedo, con autoestima y con un dolor cada vez menos agudo, que "ya no necesitamos seguir huyendo de nosotros mismos, sintiendonos totalmente capaces de afrontar nuestro pasado, presente y futuro". Y sólo entonces la felicidad, la paz, la tranquilidad y la alegria de vivir comenzará a entrar en nuestra vida.
Terapia y conciencia de uno mismo 
La terpia comienza con la conciencia de uno mismo y con la conciencia del propio cuerpo. La señal más clara de neurosis es la falta de esta conciencia. Las personas así ni siquiera se dan cuenta cuando encienden otro cigarrillo o se llevan comida a la boca. Tienden a vivir en la mente; las personas anoréxicas, por ejemplo, están obsesionadas con la idea, no con la realidad, de su cuerpo.

La meditación nos hace poner los pies en la tierra, nos pone en contacto con las sensaciones de nuestro cuerpo. Reconocer la realidad de quiénes somos puede incomodarnos, pero la conciencia de uno mismo debe comenzar por aquí. 
La relajación afloja las tensiones del día. La relajación profunda puede liberar la tensión crónica acumulada durante años. A su vez, esto puede aflojar las emociones reprimidas que dieron lugar a dichas tensiones. Cuando la mente es fuerte y está tranquila, a menudo hace aflorar recuerdos y emociones ocultas, lo que nos permite reconocerlas y tratarlas. A su modo, la meditación disciplinada y constante cubre exactamente el mismo terreno que cualquier psicoterapia.

“Los sentidos han sido creados para observar hacia fuera, pero de vez en cuando, un alma valiente, se atreve a volver los sentidos hacia dentro, y se ha encontrado a sí mismo”. 
Isha Upanishad

SALUD: VIRTUDES DEL PEREJIL‏


Pasan los años y nuestros riñones siempre Están filtrando la sangre Quitando la Sal, El Veneno, Cualquier cosa dañina y que entre en nuestro sistema. 

Con el tiempo la sal se acumula y esto necesita un tratamiento de limpieza, y... ¿cómo vamos a Deshacernos de esto ? 

Es muy sencillo, primero tome un puñado de perejil y lávelo muy bien, después córtelo en pedazos pequeños y póngalo en una olla y agregue agua limpia (1 litro) y hiérvalo por diez minutos, déjelo enfriar, cuélelo en una botella limpia y póngalo en El refrigerador.

Tome un vaso diariamente y Verá que toda la sal y el veneno acumulado empieza a salir de su riñón al orinar.

El Perejil es conocido como el mejor tratamiento para limpiar los riñones y es natural! 

Propiedades y elementos nutritivos del perejil:

• Es un potente antioxidante: rejuvenece la piel

• Contiene betacaroteno

• Rico en minerales como calcio, fósforo, hierro y azufre.

• Rico en clorofila: combate el mal aliento, ayuda a depurar el cuerpo de toxinas y grasa excesiva.

• Rico en vitamina C: previene el cáncer, los problemas cardíacos y las cataratas e infecciones, y ayuda a fortalecer el sistema inmune del cuerpo.

• Por ser rico en calcio, es muy adecuado en dietas para combatir y prevenir la osteoporosis y durante la menopausia. Es muy benéfico para los niños y deportistas.

• Es diurético: ayuda a eliminar líquidos en forma natural. Por esta cualidad se utiliza en dietas para tratar hipertensión y para la salud de los riñones.

• Su alto contenido en vitaminas y minerales lo hace ideal para combatir y prevenir anemia, anorexia, debilidad general, fatiga, cansancio físico y mental.

• Ideal para fortalecer el cabello y las uñas.

• Muy bueno para combatir problemas de la piel.

• Útil contra las úlceras

• Del perejil se extrae un líquido aceitoso llamado Apiol, el cual se usa contra las fiebres intermitentes y las neuralgias.

La condición humana actual

Por: Erich Fromm

Erich Fromm afirma, en su obra El corazón del hombre, que el ser humano actual se caracteriza por su pasividad y se identifica con los valores del mercado porque el hombre se ha transformado a sí mismo en un bien de consumo y siente su vida como un capital que debe invertirse provechosamente. El hombre se ha convertido en un consumidor eterno, y el mundo para él no es más que un objeto para calmar su apetito.

Según el autor, en la sociedad actual el éxito y el fracaso se basa en el saber invertir la vida. El valor humano se ha limitado a lo material, en el precio que pueda obtener por sus servicios y no en lo espiritual (cualidades de amor, ni su razón, ni su capacidad artística).La autoestima en el ser humano depende de factores externos y de sentirse triunfador con respecto al juicio de los demás. De ahí que vive pendiente de los otros, y que su seguridad reside en la conformidad; en no apartarse del rebaño. El individuo debe estar de acuerdo con la sociedad, ir por el mismo camino y no apartarse de la opinión o de lo establecido por ésta.

Para que la sociedad de consumo funcione bien, necesita una clase de individuos que cooperen dócilmente en grupos numerosos que quieren consumir más y más, cuyos gustos estén estandarizados y que puedan ser fácilmente influidos y anticipados. Este tipo de sociedad necesita miembros que se sientan libres o independientes, que no estén sometidos a ninguna autoridad o principio o conciencia moral y que, no obstante, estén dispuestos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina social.Los hombres actuales son guiados sin fuerza, conducidos sin líderes, impulsados sin ninguna meta, salvo la de continuar en movimiento, de avanzar. Esta clase de individuo es el autómata, persona que se deja dirigir por otra.

El humano debe trabajar para satisfacer sus deseos, los cuales son constantemente estimulados y dirigidos por la maquinaria económica. El sujeto automatizado se enfrenta a una situación peligrosa, ya que su razón se deteriora y decrece su inteligencia; adquiere la fuerza material más poderosa sin la sabiduría para emplearla.

El peligro que el autor ve en el futuro del humano es que éstos se conviertan en robots. Verdad es que los robots no se rebelan. Pero, dada la naturaleza del ser humano, los robots no pueden vivir y mantenerse cuerdos. Entonces buscarán destruir el mundo y destruirse a sí mismos, pues ya no serán capaces de soportar el tedio de una vida falta de sentido y carente por completo de objetivos.

Para superar ese peligro, el autor dice que se debe vencer la enajenación, debe vencer las actitudes pasivas y orientadas mercantilmente que ahora lo dominan y elegir en cambio una senda madura y productiva. Debe volver a adquirir el sentimiento de ser él mismo y retomar el valor de su vida interior.

PSICOLOGÍA DE LA POSIBLE EVOLUCIÓN DEL HOMBRE

Piotr Demiánovich Ouspenski
Nueva York, 1945

Hablaré sobre el estudio de la psicología, pero debo advertirles que la psicología de la cual me ocupo es muy diferente de cuanto ustedes pueden conocer bajo ese nombre.

Para comenzar debo decir que prácticamente nunca en su historia la psicología ha estado a un nivel tan bajo como en la actualidad. Ha perdido todo contacto con su origen y su significado, a tal punto que aún hoy es difícil definir la palabra «psicología», esto es precisar qué es la psicología y qué estudia. Y es así a pesar de que nunca en la historia ha habido tantas teorías psicológicas ni tantos escritos psicológicos.

A veces a la psicología se le llama una nueva ciencia. Esto no tiene ninguna razón. Quizá la psicología es la ciencia más antigua, y en sus rasgos más esenciales, desafortunadamente, una ciencia olvidada.

Para comprender cómo se puede definir la psicología es necesario darse cuenta de que la psicología nunca ha existido bajo su propio nombre, excepto en tiempos modernos. Por una u otra razón siempre se ha sospechado detendencias equivocadas o subversivas de la psicología, ya sean religiosas, políticas o morales, y por lo tanto ha tenido que usar diferentes disfraces.

Por miles de años la psicología existió bajo el nombre de filosofia. En la India todas las formas de Yoga, que son esencialmente psicología, se describen como uno de los seis sistemas de filosofía.

Las enseñanzas Sufíes, que ante todo son psicológicas, se consideran en parte religiosas y en parte metafísicas. En Europa, hasta no hace mucho tiempo, en las últimas décadas del siglo diecinueve, muchos trabajos sobre psicología eran considerados como filosofa. Y a pesar de que casi todas las subdivisiones de la filosofía, tales como la lógica, la teoría del conocimiento, la ética, la estética, se referían al trabajo de la mente humana o de los sentidos, la psicología era considerada como inferior a la filosofía y como relacionada solo con los lados más bajos o más triviales de la naturaleza humana.

Paralelamente a su existencia bajo el nombre de filosofía, la psicología existió aún por más tiempo conectada con una u otra religión. Esto no quiere decir que la religión y la psicología alguna vez fueron una y la misma cosa, ni que la conexión entre religión y psicología fuera reconocida. Pero no hay duda de que casi todas las religiones conocidas -por supuesto no me refiero a las falsas religiones modernas- desarrollaron uno u otro tipo de enseñanza psicológica conectada a menudo con cierta práctica, de manera que el estudio de la religión, muy frecuentemente, incluía en sí mismo el estudio de la psicología.

Hay muchos trabajos excelentes sobre psicología en la bastante ortodoxa literatura religiosa de diferentes países y épocas. Por ejemplo, en los primeros tiempos del Cristianismo, había bajo el nombre general de Philokalia una colección de libros de diferentes autores, usado en la actualidad en la Iglesia Oriental, especialmente para la instrucción de los monjes.

Durante el tiempo en que la psicología estuvo conectada con la filosofía y la religión, también existía bajo la forma de Arte. La Poesía, el Drama, la Escultura, la Danza, y aun la Arquitectura eran medios de transmisión del conocimiento psicológico. Por ejemplo, las catedrales góticas eran en su sentido primordial tratados de psicología.

En la antigüedad antes de que la filosofía, la religión y el arte adoptaran formas separadas, bajo las cuales las conocemos ahora, la psicología había existido en forma de Misterios, tales como los de Egipto y de la antigua Grecia.

Posteriormente, luego de la desaparición de los Misterios, la Psicología existió en forma de Enseñanzas Simbólicas, las que algunas veces estaban ligadas a la religión de la época y otras no, como en los casos de la astrología, la alquimia, la magia; y entre los más modernos, la Masonería, el Ocultismo y la Teosofía.

Aquí es necesario notar que todos los sistemas psicológicos y doctrinas, tanto los que existen o los que existieron abiertamente como los que fueron ocultos o disfrazados, pueden dividirse en dos categorías principales.

Primero: los sistemas que estudian al hombre tal como ellos lo encuentran, o tal como ellos suponen o lo imaginan ser. La psicología «científica» moderna, o lo que se conoce bajo este nombre, pertenece a esta categoría.

Segundo: los sistemas que estudian al hombre no desde el punto de vista de lo que es, o de lo que parece ser, sino desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser; esto es, desde el punto de vista desu posible evolución.

Estos últimos sistemas son en realidad los originales, o en todo caso los más antiguos, y solo ellos pueden explicar el origen olvidado y el significado de la psicología.

Cuando comprendamos la importancia del estudio del hombre desde el punto de vista de su posible evolución, comprenderemos que la primera respuesta a la pregunta: ¿qué es psicología? debería ser que la psicología es el estudio de los principios, leyes, y hechos de la posible evolución del hombre.

¿QUÉ ES LO QUE BUSCAMOS?



JIDDU KRISHNAMURTI 

¿Qué es lo que busca la mayoría de nosotros? ¿Qué es lo que cada uno de nosotros quiere? Sobre todo en este mundo de desasosiego, en el que todos procuran hallar cierto género de felicidad, alguna clase de paz, un refugio, resulta sin duda importante averiguar ‑¿no es así?- qué es lo que intentamos buscar, qué es lo que tratamos de descubrir. Es probable que la mayoría de nosotros busque alguna especie de felicidad, alguna clase de paz; en un mundo sacudido por disturbios, guerras, contiendas, luchas, deseamos un refugio donde pueda haber algo de paz. Creo que eso es lo que casi todos deseamos. Y así proseguimos, yendo de un dirigente a otro, de una organización religiosa a otra, de un instructor a otro.

Ahora bien: ¿andamos en busca de la felicidad, o lo que buscamos es alguna clase de satisfacción de la que esperamos derivar felicidad? Hay una diferencia, por cierto, entre felicidad y satisfacción. ¿Podéis buscar la felicidad? Tal vez podáis hallar satisfacción; pero, ciertamente, no podéis encontrar la felicidad. La felicidad, sin duda, es un derivado; es un producto accesorio de alguna otra cosa. Antes, pues, de consagrar nuestra mente y corazón a algo que requiere gran dosis de seriedad, de atención, de pensamiento, de cuidado, debemos descubrir ‑¿no es así?- qué es lo que buscamos: si es felicidad o satisfacción. Temo que la mayoría de nosotros busque satisfacción. Deseamos estar satisfechos, deseamos hallar una sensación de plenitud al final de nuestra búsqueda.

Después de todo, si uno busca la paz puede encontrarla muy fácilmente. Puede uno consagrarse ciegamente a alguna causa, a una idea, y hallar en ella un refugio. Eso, a buen seguro, no resuelve el problema. El mero aislamiento en una idea que nos encierra, no nos libra del conflicto. Debemos, pues ‑¿no es así?-, descubrir qué es lo que cada uno de nosotros quiere, tanto en lo intimo como exteriormente. Si esto lo vemos claro, no necesitaremos ir a parte alguna, recurrir a ningún instructor, a ninguna iglesia, a ninguna organización. De modo que nuestra dificultad ‑¿no es así?- estriba en aclarar en nosotros mismos cuál es nuestra intención. ¿Puede haber claridad en nosotros? Y esa claridad, ¿nos viene indagando, tratando de averiguar lo que otros dicen, desde el más elevado instructor hasta el vulgar predicador de la iglesia a la vuelta de la esquina? Tenéis que recurrir a alguien para descubrir? Y sin embargo, eso es lo que hacemos, ¿no es así? Leemos innumerables libros, asistimos a muchas reuniones; y discutimos, ingresamos a diversas organizaciones, procurando con ello hallar un remedio al conflicto, a las miserias de nuestra vida. O, si no hacemos todo eso, creemos que hemos encontrado; esto es, decimos que determinada organización, determinado instructor, determinado libro, nos satisface: en eso hemos hallado todo lo que deseamos, y en eso permanecemos, cristalizados y encerrados.

Lo que buscamos a través de toda esta confusión ¿no es acaso algo permanente, algo duradero, algo que denominamos realidad, Dios, verdad o lo que os plazca? El hombre importa poco; la palabra no es la cosa, ciertamente. No caigamos, pues, en la red de las palabras; dejad eso para los conferenciantes profesionales. Hay por cierto, en la mayoría de nosotros, una búsqueda de algo permanente, ¿no es verdad? Buscamos algo a lo cual podamos adherirnos, algo que nos dé confianza, una esperanza, un entusiasmo duradero, una constante certeza, porque en nosotros mismos nos sentimos inseguros. No nos conocemos a nosotros mismos. Muchos sabemos en cuanto a hechos: lo que han dicho los libros; pero no lo sabemos por nosotros mismos, no tenemos una vivencia directa.

¿Y qué es lo que llamamos permanente? ¿Qué es lo que buscamos y qué nos dará ‑o que esperamos ha de darnos‑ permanencia? ¿No buscamos felicidad, satisfacción, certeza duradera? Queremos algo que perdure eternamente, que nos satisfaga. Si nos despojamos de palabras y frases, y vamos al fondo de las cosas, eso es lo que queremos.Queremos placer permanente, perpetua satisfacción; y a ello le damos el nombre de verdad, Dios o lo que sea.

Y bien, queremos placer. Tal vez esta expresión sea muy cruda, pero eso es realmente lo que queremos: conocimientos que nos den placer, experiencia que nos dé placer, una satisfacción que no se marchite el día de mañana. Y, habiendo experimentado diversas satisfacciones, todas ellas se han desvanecido; y ahora esperamos encontrar una satisfacción permanente en la realidad, en Dios. Eso, por cierto, es lo que todos buscamos: los inteligentes y los necios, el teórico y el hombre práctico que lucha por algo. ¿Pero existe satisfacción permanente? Existe algo que haya de perdurar?

Ahora bien: si buscáis satisfacción permanente y le llamáis Dios, o la verdad, o lo que os plazca ‑el nombre no interesa- debéis por cierto comprender aquello que buscáis ¿no es así? Cuando decís “busco felicidad permanente” (Dios, la verdad o lo que sea), ¿no es preciso también que comprendáis al que busca, al buscador, al investigador? Porque es posible que no haya tal seguridad permanente, tal dicha perpetua. La verdad puede ser algo enteramente distinto; y yo pienso que es totalmente diferente de aquello que podéis ver, concebir, formular. Antes de buscar algo permanente, entonces, ¿no es evidente que se necesita comprender al que busca? ¿El buscador es diferente de la cosa buscada? Cuando decís “busco la felicidad”, ¿es el buscador diferente del objeto de su búsqueda? ¿El pensador es diferente del pensamiento? ¿No son un fenómeno conjunto, más bien que procesos separados? Es indispensable, por consiguiente ‑¿verdad’’-, comprender al buscador antes de intentar descubrir qué es lo que él busca.

Debemos, pues, llegar al punto en que nos preguntemos, de modo serio y profundo, si la paz, la felicidad, Dios, o lo que os plazca, pueden sernos dados por otra persona. ¿Puede esta búsqueda incesante, este anhelo, darnos ese extraordinario sentido de realidad, ese ser creativo, que surge cuando nos comprendemos realmente a nosotros mismos? ¿Acaso el conocimiento propio nos llega siguiendo a alguna otra persona, perteneciendo a alguna organización en particular, leyendo libros, y así sucesivamente? Después de todo, ese es el principal problema: que mientras yo no me comprenda a mí mismo, no tengo base alguna para el pensamiento, y toda mi búsqueda será en vano. ¿No es así? Puedo escapar hacia cosas ilusorias, puedo huir de la contienda, del esfuerzo, de la lucha; puedo adorar a otro; puedo buscar mi salvación a través de otra persona. Pero mientras yo no me conozca a mí mismo, mientras no me dé cuenta del proceso total de mí mismo, no tengo base alguna para el pensamiento, para el afecto, para la acción.




Pero eso es lo último que deseamos: conocernos a nosotros mismos. Esa, por cierto, es la única base sobre la cual podemos construir algo. Pero antes de que podamos hacerlo, antes de que podamos transformarnos, antes de que podamos condenar o destruir, es preciso que sepamos lo que somos. Continuar buscando, cambiando de instructores religiosos, de guías espirituales, practicando la “yoga”, ejercicios respiratorios, cumpliendo ritos, siguiendo a Maestros y demás cosas por el estilo, es totalmente inútil, ¿verdad? Ello carece de sentido, aunque aquellos mismos a quienes seguimos nos digan: “Estudiaos a vosotros mismos”, porque lo que nosotros somos, el mundo es. Si somos mezquinos, celosos, vanos, codiciosos ‑esoes lo que creamos en torno nuestro, esa es la sociedad en que vivimos.

Paréceme, pues, que antes de emprender un viaje para hallar la realidad, para encontrar a Dios, antes de que podamos actuar, antes de que podamos tener relación alguna unos con otros ‑y eso es la sociedad- es esencial que empecemos por comprendernos a nosotros mismos en primer término. Y yo considero persona seria a aquella a quien eso le interesa completamente, ante todo, y no cómo llegar a determinada meta. Porque, si vosotros y yo no nos comprendemos a nosotros mismos, ¿cómo podremos, en la acción, operar una transformación en la sociedad, en nuestras relaciones, en nada que hagamos? Y ello no significa, de seguro, que el conocimiento propio se oponga a la convivencia o esté aislado de ella. No significa, evidentemente, acentuar lo individual, el “yo”, como opuesto a la masa, como opuesto a los demás.

Ahora bien: sin conoceros a- vosotros mismos, sin conocer vuestra propia manera de pensar, y por qué pensáis ciertas cosas; sin conocer el “trasfondo” de vuestro “condicionamiento”, ni por qué tenéis ciertas creencias en materia de arte y de religión, acerca de vuestro país y vuestros vecinos, y acerca de vosotros mismos, ¿cómo podéis pensar verdaderamente sobre cosa alguna? Si no conocéis vuestro “trasfondo” si no conocéis la substancia ni el origen- de vuestra pensamiento, vuestra búsqueda resulta del todo vana, por cierto, y vuestra acción carece de sentido. ¿No es así? Tampoco tiene sentido alguno el que seáis americanos o hindúes, o que vuestra religión sea una u otra.

Antes, pues, de que podamos descubrir cuál es el propósito final de la vida, qué significa todo esto: las guerras, los antagonismos nacionales, los conflictos, toda esa baraúnda, debemos ciertamente empezar por nosotros mismos, ¿verdad? Ello suena tan sencillo; pero es extremadamente difícil. Para seguirse uno mismo, para ver cómo opera el propio pensamiento, hay que estar extraordinariamente alerta. Así, a medida que uno empieza a estar cada vez más alerta ante los enredos del propio pensar, ante las propias respuestas y los propios sentimientos, empieza uno a ser más consciente, no sólo de sí mismo sino de las personas con las que está en relación. 

Conocerse a sí mismo es estudiarse en acción, en la convivencia. Mas la dificultad está en que somos muy impacientes; queremos seguir adelante, queremos alcanzar una meta. Y a causa de ello no tenemos tiempo ni ocasión de brindarnos a nosotros mismos una oportunidad de estudiar, de observar. O nos hemos comprometido en diversas actividades: ganarnos el sustento, criar niños, o hemos asumido ciertas responsabilidades en diversas organizaciones. Tanto nos hemos comprometido de distintas maneras, que casi no tenemos tiempo para reflexionar sobre nosotros mismos, para observar, para estudiar. De tal modo, la responsabilidad de la reacción depende en realidad de uno mismo, no de los demás. Y el seguir ‑como se hace en el mundo entero- a los “guías espirituales” y sus sistemas, el leer los últimos libros sobre esto o aquello, etcétera, paréceme de una total vacuidad, absolutamente vano. Podréis; en efecto, recorrer la tierra entera, pero tendréis que volver a vosotros mismos.

Y como casi todos somos totalmente inconscientes de nosotros mismos, es en extremo difícil empezar a ver claramente el proceso de nuestro pensar, sentir y actuar.

Cuanto más os conocéis a vosotros mismos, más claridad existe. El conocimiento propio no tiene fin: no alcanzáis una realización, no llegáis a una conclusión. Es un río sin fin. Y, a medida que se lo estudia, que en él se ahonda de más en más, encuéntrase la paz. Sólo cuando la mente está tranquila ‑mediante el conocimiento propio, no mediante una autodisciplina impuesta-, sólo entonces, en esa quietud, en ese silencio, puede advenir la realidad. Es sólo entonces cuando puede existir la beatitud, cuando puede haber acción creadora.

Y a mí me parece que sin esa comprensión, sin esa experiencia, el mero hecho de leer libros, de asistir a conferencias, de hacer propaganda, es del todo infantil; es simplemente una actividad carente de significado. Empero, si uno logra comprenderse a sí mismo, y con ello producir esa vivencia de algo que no es de la mente, entonces, tal vez, puede haber una transformación inmediata en la convivencia alrededor nuestro, y, por lo tanto, en el mundo en que vivimos.

JIDDU KRISHNAMURTI

Una educación que nos enseña qué pensar y no cómo pensar requiere una clase gobernante de sacerdotes y de maestros. Pero “la idea misma de dirigir a los demás es antisocial y antiespiritual. El dirigente siente satisfecho su anhelo de poder, y los que se dejan gobernar por él sienten satisfecho su deseo de certeza y seguridad. El guía espiritual provee a sus discípulos una especie de narcótico. Pero alguien podría interrogar: “¿Qué hace usted? ¿No se comporta usted como un guía espiritual?” “Es obvio ‑contesta Krishnamurti- que yo no actúo como vuestro guía, porque, en primer término, no os doy satisfacción alguna. No os digo lo que debéis hacer en todo momento, ni de día en día, sino que os señalo algo; y vosotros podéis aceptarlo o rechazarlo, de acuerdo con vuestro propio criterio y no de acuerdo con el mío. Nada os pido a vosotros, ni vuestro culto, ni vuestros elogios, ni vuestros reproches, ni vuestros dioses. Yo digo: esto es un hecho; podéis aceptarlo o rechazarlo. Y la mayoría de vosotros lo rechazará por la simple razón de que el hecho no os satisface”.