viernes, 1 de mayo de 2015

LA VIDA

LA VIDA:
UNA PELÍCULA, UNA ESCUELA, UN PEREGRINAJE
D.P. Sabnis
La mayoría de la gente concluye precipitadamente; que la vida no tiene ningún sentido, porque nunca se han preocupado por conocer su verdadero propósito. Según ellos, la muerte es el final de la vida y ya está.
Nosotros nos ponemos objetivos a corto plazo. Mientras tengamos un objetivo, pensamos que nuestra vida tiene un sentido. Pero casi todos nuestros objetivos son transitorios. Conseguimos un objetivo; y en seguida, corremos a buscar otro. Debemos darnos cuenta de que la “búsqueda” por el “sentido de la vida” es una “búsqueda espiritual” y cada persona es quien tiene que emprenderla. La vida de cada uno estará llena de significado; siempre que cambiemos nuestra actitud, respecto a lo que la vida nos aporta. La vida de un profesor o de un estudiante, de un médico o de un ingeniero, de un hombre de negocios o de un barrendero; podría estar llena de significado a condición, de que cada uno viva su vida con el objetivo de la actualización del Yo y de la trascendencia del yo o SER.
De aquí la importancia de comprender la vida como si fuera; de hecho, una película, una escuela y un peregrinaje. Y de entender al humano como actor, como alumno y como peregrino. Pero ¿qué “humano”? La individualidad, el Ego, es el actor, el experimentador y el peregrino eterno. Ese “Ego” o actor escoge el mundo como escenario, como pantalla o plataforma para rodar la película de su vida, antes de nacer.
Escoge las circunstancias, su papel, su familia, sus padres, sus compañeros, su personalidad, etc. La palabra “personalidad” viene de la palabra latina persona, que significa la máscara que llevaban los actores. Detrás de esa máscara, el actor quedaba oculto y anónimo. Estos distintos papeles representados por el actor, son nuestras personalidades. Estamos tan absortos representando nuestro papel, que raramente somos conscientes de nuestro verdadero Yo.
En una vida determinada, podríamos representar el papel de madre o de padre, de hermano, de hija, de secretaria, de administrador, de hombre de negocios o de barrendero. Debemos intentar ofrecer nuestra mejor función, por más insignificante que sea el papel. A veces; en una película, vemos que la actuación del papel secundario es más apreciada que la del héroe o la heroína, aunque sea un papel aparentemente insignificante respecto a su preeminencia. En cierto sentido, no existen los papeles insignificantes. Es nuestra actitud, lo que importa. El éxito de una película depende de la buena representación de cada actor. Y nosotros también dependemos de los demás actores, en nuestra propia vida. Hace tiempo intentaron averiguar por qué se había perdido una batalla y empezaron a preguntar. Descubrieron que la batalla se había perdido porque los soldados, se desanimaron cuando un caballo resbaló y mató al General del ejército. Pero ¿por qué había resbalado el caballo? Pues porque el herraje se había desprendido, ya que el herrero no lo había clavado bien. Por esto según el proverbio, “la batalla se perdió porque faltaba un clavo”. Vemos; pues, lo importante que es cumplir con esmero nuestro deber en la vida.
La vida es también una escuela. Hay algunas experiencias simbólicas, como la maternidad, la pobreza, etc. que cada Ego tiene que tener en una vida o en otra. Tal vez lo más importante que podamos aprender de la escuela de la vida, sea la aptitud de dar más que de tomar, de dar sin esperar nada a cambio, el arte de la buena voluntad: Una sonrisa, una palabra amable, un gesto amigable pueden conseguir maravillas.
En la escuela de la vida se nos va colocando; una y otra vez, en situaciones penosas o desfavorables, hasta que conseguimos aprender la lección necesaria.
Aprender es un proceso que no se termina nunca. En la escuela de la vida hay todo tipo de estudiantes. Algunos fracasan y abandonan, mientras que otros fracasan pero siguen intentándolo. Se puede aprender la lección en 700 encarnaciones, en 70 años, 7 meses, 7 minutos o en 7 segundos. Desgraciadamente, son pocos los que aprovechan esta ocasión de oro. Para la mayoría de nosotros, el proceso del aprendizaje en la escuela de la vida es muy lento. Incluso, los teósofos vivimos con la impresión errónea de que una vida no es suficiente para aprender esta lección; y nosotros mismos, prolongamos el proceso de nuestra liberación. Si no es ahora, entonces ¿cuándo? Si la duración media de la vida de una persona es de 60 años, 58 de ellos los pasa en actividades como trabajar, estudiar, dormir, comer, hacer encargos, distraerse, etc. Le quedan apenas dos años para su progreso moral y espiritual. Pero incluso, ese tiempo se consume en actividades triviales. El humano no ha nacido solamente para comer, beber, crecer y morir; sino también para elevarse espiritualmente y mejorar, su porvenir.
“Ahora o nunca” debería ser nuestro lema en la vida.
La vida se compara con un peregrinaje y al humano se le llama el peregrino eterno, que va acumulando experiencias en cada encarnación. Cada uno de nosotros es un Alma peregrina, en un peregrinaje eterno. Desde que nos hacemos conscientes del propósito de la vida, de esta vida que es para la Evolución y la Emancipación del Alma, empezamos a tomar las riendas de esta Evolución. No estamos solos en este peregrinaje.
Debemos alcanzar el “Destino” en compañía de otras Almas peregrinas y sin aislarnos.
La interdependencia es un aspecto importante del progreso espiritual. Nadie puede sacarnos del lodo; pero el esfuerzo personal, bajo la guía de los Seres espirituales, nos será, indudablemente, de gran ayuda.
Mantén la vista fija en el camino que sube hacia la cima, pero no te olvides de mirar los pies. El último paso depende del primero. No creas haber llegado porque veas la cima. Vigila tus pies, asegura tu paso siguiente, pero eso no debe distraerte del objetivo más alto. El primer paso depende del último.

Le Mont Analogue.
(Le Lotus Bleu. Abril, 2014.)
Información extraída de la revista Sophia Julio-Agosto 2014 (Sociedad Teosófica Española)